martes, 27 de mayo de 2008

Paideia


“En cierto sentido, el espíritu o la fuerza vital
activa tanto en los animales como en el hombre
pudiera compararse a un flujo de electrones o
electricidad a través de una máquina o un aparato
eléctrico. La electricidad invisible se puede utilizar
para ejecutar varias funciones, dependiendo del
tipo de máquina o aparato que esté recibiendo la
energía. Se puede hacer que las estufas produzcan
calor, los ventiladores produzcan viento, las
computadoras resuelvan problemas y los aparatos
de televisión reproduzcan figuras, voces y otros
sonidos. La misma fuerza invisible que produce
sonido en un aparato puede producir calor en otro,
computaciones matemáticas en otro. Pero, ¿asume
alguna vez la corriente eléctrica las características
frecuentemente complejas de las máquinas o
aparatos en los cuales funciona o está activa?
No, sigue siendo sencillamente electricidad...
una simple fuerza o forma de energía.
               De manera similar, tanto las criaturas
humanas como los animales “tienen un solo
espíritu,” una sola fuerza activadora. El espíritu
o fuerza vital que le hace posible al hombre
ejecutar funciones de la vida de ninguna manera
difiere del espíritu que les hace posible a los
animales hacer eso. Ese espíritu no retiene las
características de las células del cuerpo muerto.
Por ejemplo, en el caso de las células cerebrales,
el espíritu no retiene la información almacenada
allí y continúa los procesos del pensamiento por
separado de estas células. La Biblia nos dice:
“Sale su espíritu [rúahh], él vuelve a su suelo;
en ese día de veras perecen sus pensamientos.”
—Salmo 146:4.
Puesto que esto es lo que sucede, la
vuelta del rúahh o espíritu a Dios sencillamente
no podría querer decir que la existencia consciente
continúa. El espíritu no continúa los procesos del
pensamiento humano. Es solo una fuerza vital que
no tiene existencia consciente por separado de un
cuerpo”

“Toda educación es el producto de la conciencia
viva de una norma que rige a una comunidad humana”
               La conciencia viva propia del ser humano
rige su conducta y la orienta hacia un fin positivo
y esto mismo busca lograr las normas que se
establecen dentro de cierto grupo. Incluso esta
conciencia guió al ser humano desde sus comienzos
enseñándole a sobrevivir en su ambiente natural.
Cuando la conciencia gira en torno a querer desarrollar
las capacidades de cada miembro (con un fin colectivo)
o perfeccionar lo que ya se ha descubierto o creado,
tiene como producto lo que llamamos educación. Ahora,
ese no es el fin del proceso, pues el hombre al ser un
viviente creativo, innovador y dotado de la capacidad de
pensar, siempre está buscando la manera de superarse
en sus diversos aspectos. Por lo tanto, podemos decir
que la educación es el fruto del trabajo humano incluyendo
en este el pensamiento y el actuar.

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